Dramaturgias”; se proclama desde el vamos que el libro esta compuesto por varias formas de dramaturgia, no solo por 7 muchachas sino además por varios estilos, enfoques dramáticos, posicionamientos ante los textos, ante los trazos. Eso parece decir el titulo. Hagamos de cuenta que nos convencemos de ello y lo leemos en ese código. Situemonos como espectadores de algo que va a ser múltiple. Error. No, no hay tal multiplicidad. Mejor dicho, la hay, pero en algún sentido del que no voy a hacer énfasis –pienso en los terrenos, en las situaciones, en los ambientes-.
Casi todas las obras suscitan el mismo punto de inflexión: la relación entre los sujetos desde el plano del afecto, desde la sensibilidad más privada, más elemental. Esas relaciones están todas marcadas por la angustia de las estructuras cultúrales y formales. Por el clamor porque esto se desvanezca. Es una antología de una mirada sobre las relaciones humanas más básicas –no por ello desdeñable- y, aunque como decía, lo ambiental varía y eso es indispensable recalcarlo, sujetos indecisos, fríos, inertes, despegados de sí, pasan por nuestras lecturas cómo acorralados por la complejidad del amor.
Si la referencia está siempre en el ambito de la vida privada, si el guiño tiende siempre a pensar las redes que complejizan las relaciones sentimentales y si está exenta del próposito de las obras la pregunta por lo público, lo que viene desde afuera, lo múltiple, es porque hay algo de esta concatenación, de esta antología, que se logró.
La cuestión está en el título, debería pensarse cómo, aludir a una pluralidad, nos sofoca de pensar que las aristas de la escritura son las mismas. Cada una con sus matices, por supuesto, cada una con sus lenguajes, sus tonos y la notoriedad del autor como sujeto distintivo. Pero hay algo más: si una antología pretende demostrar un estado de situación esta lo ha posibilitado. Leer “Dramaturgias” es percibir un clima de hostilidad, pero no la hostilidad de la calle, sino otra hostilidad, no menos importante: la crisis de los parámetros por los que se rigen las sensaciones y el amor. Por lo menos, para estas 7 jovenes que concatenan una antología que ni más ni menos, devela una época.
Casi todas las obras suscitan el mismo punto de inflexión: la relación entre los sujetos desde el plano del afecto, desde la sensibilidad más privada, más elemental. Esas relaciones están todas marcadas por la angustia de las estructuras cultúrales y formales. Por el clamor porque esto se desvanezca. Es una antología de una mirada sobre las relaciones humanas más básicas –no por ello desdeñable- y, aunque como decía, lo ambiental varía y eso es indispensable recalcarlo, sujetos indecisos, fríos, inertes, despegados de sí, pasan por nuestras lecturas cómo acorralados por la complejidad del amor.
Si la referencia está siempre en el ambito de la vida privada, si el guiño tiende siempre a pensar las redes que complejizan las relaciones sentimentales y si está exenta del próposito de las obras la pregunta por lo público, lo que viene desde afuera, lo múltiple, es porque hay algo de esta concatenación, de esta antología, que se logró.
La cuestión está en el título, debería pensarse cómo, aludir a una pluralidad, nos sofoca de pensar que las aristas de la escritura son las mismas. Cada una con sus matices, por supuesto, cada una con sus lenguajes, sus tonos y la notoriedad del autor como sujeto distintivo. Pero hay algo más: si una antología pretende demostrar un estado de situación esta lo ha posibilitado. Leer “Dramaturgias” es percibir un clima de hostilidad, pero no la hostilidad de la calle, sino otra hostilidad, no menos importante: la crisis de los parámetros por los que se rigen las sensaciones y el amor. Por lo menos, para estas 7 jovenes que concatenan una antología que ni más ni menos, devela una época.
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