Un mes de vacaciones fecunda tiempo, hace un agujero en la rutina que la desvela y la reconfigura al nivel de lo potencial, de lo latente, de lo agasapado. El terror por el trabajo -quieto trabajo- ya no se entona, ya no nutre vagancia. Pero hubo vacaciones, o sea viaje.
Viaje como espacio "del salirse", correrse al mas allá de la nuca del vecino. Un viaje siempre es sorpresa y a eso voy. Viajar es el tema, conocer, descubrir. Conmoverse en el literal sentido.
Tandil es lo mismo que Mongolia o Laferrere o Paraguay, no se entiende el viaje sin conmoción. Viajar lo es a cualquier lugar desconocido. Aferrarse a la valija de "lo otro".
Así las discusiones se suscitan y no me creo capaz de ahorrar euros para viajar a la vieja Europa o al progreso neoyorquino vanguardia-mercantil. Mí -sí, mí, bien verborrágico- augurio primitivo es el iluminado sentimiento del descubrir, de la observación atónita.
VIAJAR NO ES MAS QUE FRECUENTAR EL SENSOR DE CUERPOS, FORMAS Y OBJETOS QUE NOS REFLEJAN SOPRESA.