DISEÑANDO VIDAS VIVAS

Parsimoniosas las noches a veces transcurren atadas al jilguero de rigor, a ese canto hermoso de fino que impregna adrenalinas, ruidos y flores lisérgicas. La chica escapa de su pullover púrpura y sus pelos protoenredados que le tapan media cara, enfila a la humareda útopica de los viajes libertarios de una infancia anhelada y se ríe de los cactus en plena zona costaatlanticadera.
El mar ruge viento helado de vainilla y sambayon, los pies están a punto de ser descalzados y las uñas se comen con ansiosa magistralidad.
Es esta mujercita perpicaz que arrolla las montañas de los vejetes amargos y que sirve un trago a su vaso para compartir teorías, tristezas, diseños industriales modernos y muecas insistentemente alegres.
Pero en definitiva los saltos se engrandecen y los baños tienen feo olor. La noche se desata poniéndola colorada, ella escucha, chasquea los dedos y nutre el ambiente al por doquier, siempre rimbombante.